Durante mis 76 años de trayecto vital, he tenido la oportunidad, a veces mezclada de fortuna y otras de infortunio, de experimentar todo tipo de emociones; tantas cómo he necesitado para sobrevivir.
Me he enfadado y alegrado; he sentido miedo y me ha manoseado la tristeza. No obstante, todavía mantengo la confianza y manifiesto interés por todo aquello que consigue sorprenderme.
Intento huir del desagrado, de todo aquello que empacha y empalaga; de todo lo que en definitiva suscita asco y repugnancia.
Lo que tienes entre manos es un intento de convertir experiencias y emociones en palabras; solo me permito una sugerencia: ¡Disfrútalo!
En caso de no ser así, déjaselo a quien nunca nos devuelve los libros, o directamente, tíralo.
No conserves nada que no te toque, aprecia sólo lo que te haga dibujar una sonrisa, soltar una carcajada o llorar de manera desenfrenada. Concédete el permiso de vivir.